Tres y cuarenta dos de la madrugada
La Señorita Kubelik llegó a casa a las tres y cuarenta y dos de la madrugada después de una de esas cenas con prórroga de cinco o seis penúltimas copas. Había estado bien ver a las chicas, pero en...
View ArticleAntagónico
Al vampiro no le gustaba la sangre y se pasó al vino. Vino blanco, no se crean; se alejó de los tópicos que le habrían conducido irremediablemente a un Cabernet Sauvignon con mucha madera, mucho...
View ArticleEl hielo
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, la Señorita Kubelik había de recordar aquella tarde remota en que su padre la llevó a conocer el hielo. No era Macondo, no había gitanos de...
View ArticleEnsimismado
Llevaba tanto tiempo metido en sí mismo –ensimismado, decimos– que cuando quiso salir de allí su estado ya no era más sólido. Ni siquiera líquido –qué lástima–, y si hubiera sido líquido habría sido...
View ArticleDe qué hablo cuando hablo de correr
La Señorita Kubelik quiso emular a Murakami. Nada de un blues en Tokio o de pasar toda una noche en una cafetería buscando a la persona amada o de hacer una cutre versión de una novela de Orwell. No....
View ArticleLo que cuenta
Ayer vi un documental que se llamaba Las catedrales del vino que emitían en La 2. Ciertamente no era un estreno y quizás tiene varios años de vida, pero yo lo vi por primera vez ayer, así que siento...
View ArticleAprendizaje
Pandora estaba más bien estresada y compungida después de aquello de la caja –qué regalo tan envenenado el de aquel 35º cumpleaños– y decidió que necesitaba una copa de vino. Abrió la nevera y...
View ArticleManchas
Ayer la Señorita Kubelik se manchó su mejor vestido. El verde corto con las mangas ceñidas. Muchos euros, recuerda. Se lo manchó de vino. Vino tinto. Un Tempranillo bastante vulgar, para más saña. Y...
View ArticleLejos del ruido
La Seño- rita Kube- se tomó unos días libres pa- ra alejarse del ruido, fuera mundanal o no, y de las pantallas, de las noches de insomnio, de los timbres de te- léfono; de los autobuses repletos de...
View ArticleEl príncipe indignado
El príncipe, que de azul tenía la cara —ciertamente no se encontraba demasiado bien— no cabía en sí, y no de gozo, sino de la más profunda indignación. Había recorrido cientos, quizá miles, de...
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